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viernes, 29 de abril de 2011

Cuarta Parte-.Misión en Jerusalem-.

La Misión de Jesús en Jerusalém.



Y mientras caminaba y con Él caminaban todos los demás, pensaba en lo que le  esperaba, y en cómo sería su deber el asumirlo. Y el Santo Espíritu le dictaba con voz insonora, para los demás, lo que encontraría.

 Y estando cerca de Betfage y de Betania, junto al monte llamado “de los Olivos”, mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:

- Id a esa aldea que veis ahí enfrente, y al entrar en ella encontraréis un pollino atado en el que ningún hombre ha montado nunca, por no poder; desatadlo y traedlo.

Y si alguno os preguntase: “¿Por qué lo desatáis y os lo lleváis?”, contestadles esto:
“Porque el Señor lo necesita”.

Fueron pues, los enviados, y hallaron el pollino tal y como les había anticipado el Señor.

Y al momento de desatarlo, los dueños de éste les dijeron:

- ¿Por qué desatáis a ese pollino?

- Porque lo necesita el Señor.

Al ver los amos que el pollino se había convertido en manso, y dócil dejaron que se lo llevaran.

Una vez que lo llevaron hasta Jesús, pusieron sus ropas sobre el lomo del pollino, y le hicieron montar sobre él.

Y mientras pasaba Jesús, el Señor, las gentes se iban sumando a la enorme comitiva, y tendían sus capas, sayos y ropajes por el camino., más estando ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, los discípulos que con él iban se sintieron transportados de enorme gozo interior, y ante tal profundo sentimiento comenzaron a dar gracias a Dios por todo ello, en alta voz también por todos los prodigios que habían podido contemplar.

Y decían:

- Bendito sea el rey que viene en el nombre del Señor, e investido con toda Su Gloria y su  Poder, Paz del cielo y Gloria de lo más alto de los cielos, venida a nosotros.

 Oyendo esto, algunos de los fariseos que iban entre las gentes le dijeron:

- Maestro, reprende a tus discípulos.

Y Él les dijo:

- En Verdad os digo que si éstos callan, con tal gozo en su interior, las mismas piedras darán voces de alegría.






Al estar ya cerca de Jerusalén, y mirándola detenidamente desde la distancia, conmovióse el Señor, y lloró por ella y sus gentes, diciendo:

- ¡Ah, si conocieses también tú, el profundo significado de éste día que se te ha dado y que puede traerte la paz y gozo!, más ahora todo ello está oculto para tus ojos.

Pena me da porque vendrán unos días sobre ti en los que tus enemigos te circunvalarán y te rodearán de contramuro, y te oprimirán por todas partes, y te arrasarán con los hijos tuyos, que tendrás encerrados dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por el hecho de no haber reconocido el tiempo en que Dios te ha visitado.






Y una vez entró en Jerusalén lo primero que hizo fue ir al templo, y entrando en él vio lo que allí hacían, y con Poder y determinación comenzó a expulsar a todos que estaban vendiendo y comprando en él, diciéndoles:

- ¡Escrito está en vuestra Ley!: “MI CASA ES CASA DE ORACIÓN, MÁS VOSOTROS LA HABÉIS CONVERTIDO EN UNA CUEVA DE LADRONES”.

Nadie quedó, más todos aquellos que querían escuchar la Voz de Dios en la Tierra, allí permanecieron para oírla.

Y todos los días allí, en el templo, enseñaba a quien se acercaba a escuchar.

Por ello, los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los principales más notorios del pueblo, que tenían parte en las compras y las ventas, buscaban cómo quitarlo de en medio, y matarlo.

Y no hallaban la manera de obrar contra él, porque todo el pueblo estaba con la boca abierta y escuchándole. Tal era la Sabiduría y Honor que surgían de la boca de JesúsCristo, el Señor.






Y uno de esos días, estando Él en el templo instruyendo sabia y divinamente al pueblo y anunciándole la Buena Noticia, el Evangelio, vinieron compinchados los príncipes de los sacerdotes y los escribas con algunos ancianos notables, y le hicieron esta pregunta:

- Dinos, ¿con qué autoridad has obrado de esta forma, cambiando el estado de las cosas que nosotros habíamos instaurado?

Dinos, ¿Quién es el que te ha dado esa potestad?

Y el Señor, por respuesta les dijo:

- También tengo yo una pregunta que haceros.
Respondédmela.

Sobre Juan el que bautizaba, y que fue matado, ¿el Bautismo que él realizaba era cosa que pertenecía a la Voluntad de lo Alto, o era cosa de los hombres?

Comenzaron entonces entre ellos a discurrir con la mente, diciéndose:

“Si contestamos que es Voluntad de lo Alto, él nos dirá:

¿Por qué, entonces, no habéis creído en él?

Más si contestamos que era cosa de los hombre, entonces el pueblo entero nos apedreará, ya que para todo el pueblo Juan era un profeta enviado por Dios”.

 Entonces, después de un buen rato le respondieron con la respuesta del oportunismo:

- No sabemos de dónde era. No podemos decírtelo.

Y el Señor les contestó:

- Pues pudiéndolo hacer, tampoco yo, quiero responderos con qué Autoridad hago estas cosas.

En esto, que mientras ellos se marchaban sin tener cumplidas sus intenciones, el pueblo observaba cómo y con cuál Sabiduría el Señor, descubría la verdadera naturaleza de los príncipes de los sacerdotes, de los escribas y de los ancianos notables de Jerusalén.

Y entonces, dijo al pueblo esta parábola:






- Un señor plantó una viña, y la arrendó a ciertos viñadores para que se hicieran cargo de ella.

Él, se ausentó a un lugar lejos, muy lejos de allí, durante una larga temporada.

Llegado el momento envió a un embajador, servidor suyo, a los arrendatarios para que le dieran su parte de los frutos logrados en su viña; más ellos, después de haber maltrato a éste siervo, lo echaron con las manos vacías.

El amo y señor, envió pues a otro, y a éste también le hirieron y lo echaron igualmente fuera.

Entonces el amo de la viña, que era el dueño también, se dijo:

“¿Qué puedo hacer más ya?

Enviaré a mi más preciado hijo, y quizá, cuando lo vean y conozcan quién es, le tendrán más respeto que a los siervos míos que envié”.

Y lo envió.

Más, luego que los colonos le avistaron, discurrieron entre sí, diciéndose:

“Este es el heredero; matémosle, y de esta manera la herencia quedará como nuestra”.
Y habiéndole arrojado fuera de la viña de su padre, le mataron.

Y el Señor añadió:

Ahora os pregunto yo a vosotros que me oís:
¿Qué hará, pues, con ellos el dueño y amo de la viña?

Yo os digo que vendrá en persona, y destruirá con justicia a estos arrendatarios ingratos, y dará su viña a otros que la tengan merecida.

Dicho esto, algunos de los príncipes de los sacerdotes que se habían quedado, dijeron:

- No lo permitirá Dios, esto.

Jesús, se volvió y clavó su mirada en los ojos de ellos, y les dijo con voz profunda y poderosa:

- Pues según vosotros, ¿qué quiere decir esto que ha sido escrito en la Sagrada Ley que vosotros decís respetar?: 
“LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS ARQUITECTOS, ESA MISMA VINO Y SE CONVIRTIÓ EN LA PRINCIPAL PIEDRA ANGULAR.
DE TAL SUERTE QUE LOS QUE CAYESEN FRENTE A ELLA, SE ESTRELLARÁN; Y AQUEL SOBRE EL QUE ELLA CAYERE QUEDARÁ COMPLETAMENTE HECHO AÑICOS”.

Decidme, vosotros doctores de la Ley, ¿qué significan éstas palabras de la Sagrada Ley?

Y entonces los príncipes de los sacerdotes y los escribas, desearon perderle en aquella misma hora, para librarse de Él, porque bien sabían que la dicha parábola contra ellos era dirigida.

Más temieron la reacción del pueblo y no hicieron nada.






Siguieron maquinando cómo cogerlo y matarlo.

Mientras continuaban a lo largo de los días acechándole, enviaron espías que haciéndose como de los virtuosos, intentaban cogerle en alguna palabra equivocada, para así arrestarlo con el objeto de tener ocasión para entregarlo a la jurisdicción y potestad del gobernador.

De esta manera, los que parecían ser virtuosos y sanos,
le propusieron una cuestión  en estos términos:

- Maestro, sabemos muy bien que tú hablas y enseñas lo que es justo, y que no andas con miramientos hacia los respetos humanos, sino que enseñas el camino de Dios según la pura verdad. ¿Nos es lícito a nosotros, el pueblo escogido por Dios, pagar el impuesto al Cesar, o no?

Más el Señor, que penetraba en lo más profundo de los sentimientos de los hombres, conoció la malicia terrible que se albergaba en éstos, y les dijo de frente a ellos:

- ¿Para qué venís a tentarme?

Hacedme el favor de dejarme una moneda, un denario.
Uno de ellos, pensando que no tendría respuesta válida, se lo dejó.

Y Señor, mostrándolo a todos les dijo con penetrante mirada:

- ¿De quién es esta imagen e inscripción grabada en el denario?

Con seguridad y arrogancia le respondieron:

- De César es.

Y el Señor después de mirar a todos los que le rodeaban, clavó su mirada en los espías mandados, y les dijo:

- ¡Pagad pues, a César lo que es de Cesar, y a Dios lo que es de Dios!

Y no pudieron reprender su respuesta ante el pueblo, sino que ellos mismos se quedaron admirados de la sublime y divina Sabiduría del Señor, y callaron en silencio, marchándose.






Luego llegaron algunos de los saduceos, los cuales niegan la resurrección, y le propusieron la siguiente cuestión:

- Maestro, Moisés nos dijo escrito que si el hermano de alguno, estando casado, muere sin tener hijos, el hermano de éste se case con su mujer, y dé sucesión a su hermano.

Ante esto, te proponemos la siguiente cuestión.
“Eran siete hermanos.

El primero tomó mujer, y murió sin hijos.

El segundo se casó con la viuda, y murió también sin dejar hijos, con lo que se desposó con ella el tercero, e igualmente hicieron todos los demás, y sin tener sucesión fallecieron.

Finalmente, la última en morir, fue la mujer.

Entonces, suponiendo que la resurrección sea, ¿de cuál de los siete ha de ser su mujer, ya que todos, los siete, tuvieron por mujer a la misma?

Inmediatamente el Señor les respondió:

- Los hijos de este siglo
 contraen matrimonios  recíprocamente, pero os aseguro que los que serán definidos como dignos en los siglos venideros y merecedores del “renacimiento de entre los muertos”, os aseguro que ni los hombres tomarán mujeres, ni las mujeres hombres, porque ya no podrán morir otra vez, por ser iguales a los Ángeles mensajeros, y son hijos de Dios, por ser hijos del “renacimiento”, o la “resurrección” como vosotros la definís.

Por lo demás que decís de que los muertos hayan de resucitar, sabed que Moisés dijo esto por razón de que cuando, estando junto a la zarza que ardía sin consumirse, le dijo el Señor:

“YO SOY EL DIOS DE ABRAHAM, EL DIOS DE ISAAC, E IGUALMENTE EL DIOS DE JACOB”.

Y está muy claro en estas palabras de que Dios no es Dios de hombres “muertos” hacia la Palabra Divina, sino que es Dios de “vivos” hacia la Palabra y la Voluntad de Dios, porque para Él todos ellos siempre viven.

Entonces algunos de los escribas, tomando la palabra, le dijeron:

- Maestro, bien has respondido pero…

Entonces, Jesús, dirigiéndoles la mirada los dejó impresionados de manera que no se atrevieron a preguntarle nada más.

Él, no obstante les replicó, diciéndoles:

- Decidme, ¿Cómo explicáis lo que dicen de que el Cristo es hijo de David?

Ya que siendo así que David mismo, en el libro de los Salmos os dejó escrito, hablando del Mesías esto: “DIJO EL SEÑOR, A MI SEÑOR, SIÉNTATE A MI DERECHA, HASTA QUE YO PONGA A TUS ENEMIGOS POR TARIMA A TUS PIES”.

¿Cómo lo explicáis?, pues si David mismo lo llama su Señor, ¿cómo puede ser el Señor hijo suyo?

Y todo esto fue escuchado por el pueblo, y ellos no tuvieron respuesta para dar.

Entonces, el Señor, sabiendo lo que los escribas guardaban en su oscuro corazón, dijo ante todos a sus discípulos:

- Os aconsejo con ahínco que os protejáis de los escribas, que se vanaglorian de pasearse con ropajes arrogantes, y gustan de ser saludados por todos en las plazas públicas y ocupar los lugares más sobresalientes en las sinagogas, y los primeros puestos en los convites, porque devoran las casas de las viudas, con el pretexto de hacer larga oración.

Yo os aseguro que serán condenados con mayor rigor.






Estando un día en el templo, Jesús estaba mirando con atención hacia el gazofilacio, donde se depositan los ofrecimientos, y vio a varios ricos que iban echando en él sus ofrendas, y vio, también a una pobrecita viuda, la cual echaba dos pequeñas monedas, y dijo a sus discípulos que estaban con Él:

- En verdad os digo que esa pobre viuda ha echado más que todos ellos juntos, ya que  todos ellos han ofrecido a Dios parte de lo que le sobra, pero ésta mujer, de su misma pobreza ha dado lo que tenía y que le era  necesario para su sustento.






Un día que estaba con sus discípulos, y oyendo que estos decían del templo que estaba fabricado de hermosas piedras y adornado de ricos dones, les replicó:

- No os dejéis impresionar por las cosas de aquí abajo, porque vendrán los días en que todo esto que veis será destruido con tales fuerzas que no quedará piedra sobre piedra, que no sea demolida.

Y los discípulos quedaron impresionados porque siendo tan grande el templo, la afirmación tan severa del Señor, les produjo la natural pregunta y se le hicieron:

- Maestro, ¿cuándo sucederá esto que nos dices, y que señales habrá para reconocer de que tales cosas están próximas a suceder?

Y el Señor les respondió:

- Estar siempre despiertos y atentos y mirad de no ser engañados porque muchos han de venir en mi nombre, diciéndoos: “Yo soy el Mesías, y ya ha llegado el tiempo”.

Protegeros bien de seguirlos, os lo recomiendo, y mas bien cuando sintiereis rumor de grandes guerras y enormes sediciones, no os alarméis pues es verdad que primero han de acaecer estas cosas, mas no por ello será luego el fin.

Sabed que le levantará un pueblo contra otro pueblo, y un reino contra otro reino, y ocurrirán grandes terremotos en muchas partes y enfermedades a modo de pestilencias que afectarán a naciones enteras, y hambres,  y en el cielo aparecerán cosas espantosas, e igualmente prodigiosos divinos extraordinarios, mas antes de que sucedan estas cosas, se apoderarán de vosotros, y os perseguirán e incluso os entregarán los hijos de la traición a las sinagogas y entonces os encarcelarán, y os llevaran por fuerza ante el tribunal de los reyes y gobernadores, por causa de vuestra fe y entrega a mi nombre y a todo la Palabra que por voluntad del Santo Espíritu os dejaré.

Pero entonces sed felices porque esto os servirá de medio para dar testimonio de mí, y de todo lo que os dejo dicho que sucederá.

Por ello os exhorto a que imprimáis en vuestro interior, en vuestro corazón de luz el axioma de que no debéis preparar de antemano cómo habréis de responder, pues, yo mismo, pondré las Palabras en vuestros labios, y una Sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros enemigos.

Más aún, os digo que seréis entregados a los magistrados por vuestros mismos padres y hermanos, y parientes, y amigos, y harán “morir” a muchos de vosotros, y seréis odiados por todo el mundo por amor hacia mí.

No obstante y a pesar de
 todo esto, ni un solo  cabello de vuestra cabeza se perderá, y solo mediante la divina paciencia salvaréis vuestras almas.

En lo que se refiere a la
 ruina de este pueblo,  cuando viereis a Jerusalén estar rodeada por un numeroso ejército de distinto signo y creencia, entonces tened por cierto que su desolación está cerca.

En aquella hora, los que se hallaran en Judea, huyan a las montañas, los que habiten en medio de la ciudad, retírense de ella y los que están en los alrededores, no entren, porque éstos días de venganza serán, en los que se han de cumplir todas las cosas tal y como están escritas en la Ley.

En aquel tiempo, ¡ay de las que estén embarazadas o amamantando en aquellos días!, pues hallarán grandes angustias que se dirigirán a ese pueblo. Parte morirán a filo de espada, parte serán llevados cautivos a todas las naciones de la Tierra, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta el tiempo en que las naciones tendrán la oportunidad de arrepentirse, acaben de cumplirse.

Se verán, entonces, fenómenos prodigiosos del Sol, de la Luna y de las estrellas, que pareciendo que son éstos astros no lo son, y en la Tierra estarán consternadas y atónitas las gentes por el estruendo de mar y de las olas que lo arrasarán todo, hasta producir que los hombres se sequen ante el temor y el sobresalto de las cosas que os anticipo han de sobrevenir del universo, porque las Virtudes de los Cielos o esferas celestes estarán bamboleando, y es entonces cuando verán al Hijo del hombre venir sobre una “luminosísima nube”, como la que algunos de vosotros, mis más cercanos amigos, habéis podido ya observar, y vendrá con un gran Poder y Majestad.

De todas formas, vosotros, fieles discípulos míos, cuando en aquel tiempo veáis que comienzan a suceder estas cosas, abrid los ojos de vuestro interior, y levantad la cabeza estando de buen ánimo, porque vuestra redención se acerca.

Y os digo esto también:

Fijaros en la higuera y en los demás árboles, porque cuando empiezan a brotar las yemas en ellos sabéis que el fruto está cerca y por  ello reconocéis que el verano se aproxima.

Pues también vosotros, viendo como estas cosas que os anticipo ocurren, entended que el Reino de los Cielos, el Reino de Dios, está ya cerca.

Os doy Mi Palabra de que no se acabará esta  generación sin que todo esto se cumpla.

El Cielo y la Tierra cambiarán, pero lo que mis palabras os dicen no cambiarán nunca.

Velad, pues, sobre vosotros mismos, no ocurra que se ofusquen vuestros corazones y su entendimiento que os ha sido dado por lo Alto, a causa de la embriaguez, la glotonería y los agasajos de esta vida, y os sobrecoja de repente aquel día, ya que será como un lazo inesperado que atrapara y sorprenderá a todos los que moran sobre la superficie de toda la Tierra.

Velad, pues, orando con la buenas obras en todo momento, a fin de merecer el evitar todos estos males venideros y poderos mantener así en pie ante el retorno del Hijo del hombre.

El Señor, durante el día estaba enseñando en el tempo y, saliendo de él, pasaba la noche en un lugar privilegiado, y de mucho cariño para Él, ese sitio era llamado el Monte de los Olivos.

Su Sabiduría y Enseñanza eran tales que el pueblo llenaba desde la madrugada el templo, para así poder escucharlo.


Pasión, muerte, resurrección y ascensión del Señor, ante todos, a los Cielos.
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QUINTA PARTE
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