Realidad Actual 555 index.
Por aquellos días, y estando todos reunidos, se levantó Pedro en medio de los hermanos en la Verdad del Señor, y decir hay que era una reunión de unas 120 personas, y les dijo:
- Hermanos míos, es preciso que se cumpla lo que tiene profetizado el Santo Espíritu por boca de David, acerca de Judas, que se hizo cabecilla de los que prendieron a Jesús, y el cual fue nuestro hermano y formaba parte de los 12 elegidos para realizar las funciones de nuestro ministerio.
Éste, con el dinero que le dieron por la entrega del Señor, adquirió un campo con el precio a su maldad, entre tormentos se ahorcó en soledad, de manera que después de muchos días allí colgado, su cuerpo hinchado reventó por la mitad, quedando esparcidas por tierra todas sus entrañas.
Todo esto es muy conocido por los habitantes de Jerusalén, y ese campo ha sido llamado, en su lengua, Campo de Hacéldama, Campo de Sangre.
Y sobre ello está escrito en el libro de los Salmos:
“QUEDE SU MORADA DESIERTA, NI HAYA QUIEN HABITE EN ELLA Y OCUPE OTRO LUGAR EN LA MISIÓN”.
Es necesario, pues, que de estos sujetos que han estado en nuestra compañía, todo el tiempo que Jesús Señor nuestro conversó entre nosotros, empezando desde el día que fue bautizado por Juan hasta el día en que separándose de nosotros subió al cielo, hay uno que sea, como nosotros, testigo de su resurrección.
Por ello propusieron a dos.
Uno era José llamado Barsabás, y por sobrenombre el Justo y el otro fue Matías.
Y entrando en profunda oración dijeron:
- ¡Oh Señor nuestro!, tú que ves dentro de los corazones de todos, muéstranos cuál de estos dos han destinado, a ocupar el puesto de este apostolado, del cual cayó Judas por su prevaricación, para que ocupe su lugar.
Y dejando que el destino actuara, cayó la suerte a Matías, con lo que fue agregado a los once Apóstoles.
Al mismo tiempo vieron aparecer en el aire unas "lenguas luminosas", como de fuego, que moviéndose se fueron colocando y se asentaron sobre cada uno de ellos.
Penetrando éstas en ellos fueron entonces llenados todos del Santo Espíritu, y cada uno de ellos comenzó a poder hablar en lenguas distintas las Palabras que el Santo Espíritu ponía en sus bocas.
En Jerusalén coincidiendo con este acontecimiento, había unos judíos piadosos y temerosos de Dios, de todas las naciones del mundo, y al haberse divulgado este suceso, acudió una gran multitud de ellos, y quedaron atónitos al ver que cada uno de ellos oía hablar a los apóstoles en su propia lengua nativa.
Se quedaron pasmados todos, y maravillados, se decían unos a otros:
- ¿Por ventura estos que hablan en nuestras lenguas, no son todos galileos?
¿Entonces cómo es que los escuchamos cada uno de nosotros hablar en nuestra lengua nativa?
¿Entonces cómo es que los escuchamos cada uno de nosotros hablar en nuestra lengua nativa?
Tanto Partos, como Medos y Elamitas, los moradores de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia. Los de Frigia, de Panfilia y de Egipto, los de la Libia, confinante con Cirene, y los que han venido de Roma, tanto judíos como prosélitos, los Cretenses y los Árabes, los escuchamos hablar en nuestra propias lenguas las maravillas de Dios.
Y estaban todos tan llenos de admiración, y no sabiendo cómo explicarlo, se decían entre ellos:
- ¿Qué hecho tan extraordinario es éste?
Más algunos se mofaban de ellos diciendo:
- Sin duda alguna están borrachos, llenos de vino.
Entonces Pedro, presentándose con los 11 Apóstoles, levantó su voz y les habló diciéndoles:
- ¡Oh vosotros judíos, y todos los demás que moráis en Jerusalén!, estad atentos a lo que os voy a decir, y escuchad bien mis palabra.
Éstos 11, no están como vosotros pensáis, embriagados, puesto que no es más que la hora tercia del día, sino que lo que ocurre es que se verifica lo que dijo el profeta Joel:
“SUCEDERÁ EN LOS DÍAS POSTERIORES QUE YO DERRAMARÉ MI ESPÍRITU SOBRE TODOS LOS HOMBRES, Y PROFETIZARÁN VUESTROS HIJOS Y VUESTRAS HIJAS SIN DISTINCIÓN ENTRE ELLOS, Y VUESTROS JÓVENES TENDRÁN EXTRAÑAS VISIONES, Y VUESTROS ANCIANOS HALLARÁN REVELACIONES EN LOS SUEÑOS.
SÍ, CON CERTEZA, YO DERRAMARE MI ESPÍRITU SOBRE MIS SIERVOS Y SOBRE MIS SIERVAS EN AQUELLOS DÍAS, Y PROFETIZARÁN.
YO HARÉ QUE SE VEAN PRODIGIOS EN EL CIELO, Y HECHOS PORTENTOSOS EN LA TIERRA, Y HABRÁ SANGRE Y FUEGO, Y TORBELLINOS DE HUMO.
EL SOL SE CONVERTIRÁ EN TINIEBLAS, DEJANDO DE DAR SU LUZ Y LA LUNA SERÁ DEL COLOR DE LA SANGRE, ANTES DE QUE LLEGUE EL GRAN DÍA Y BIEN PATENTE DEL REGRESO DEL SEÑOR.
EN AQUELLOS DÍAS TODOS LOS QUE HAYAN INVOCADO EL NOMBRE DEL SEÑOR POR MEDIO DEL ARREPENTIMIENTO Y DE LA BUENAS OBRAS, SERÁN SALVADOS”.
¡Oh hijos de Israel!, escuchadme ahora en lo que os digo: A Jesús de Nazaret, hombre autorizado por Dios mismo ante vuestros ojos a través de los milagros, maravillas y prodigios que por medio de él ha hecho el Señor, el Cristo, entre vosotros, como todos sabéis; A éste Jesús, dejado a vuestro arbitrio por una orden expresa de la Voluntad de Dios y decreto de su presencia, vosotros le habéis hecho morir en la cruz por mano de los impíos, más Dios, le ha resucitado, librándole de los dolores y ataduras de la muerte, siendo como era imposible quedar él preso o retenido por ella en el sepulcro, porque David decía de él:
“TENÍA SIEMPRE PRESENTE AL SEÑOR ANTES MIS OJOS, PUES SIEMPRE ESTÁ A MI DERECHA, PARA QUE NO EXPERIMENTE NINGÚN TRASTORNO.
“TENÍA SIEMPRE PRESENTE AL SEÑOR ANTES MIS OJOS, PUES SIEMPRE ESTÁ A MI DERECHA, PARA QUE NO EXPERIMENTE NINGÚN TRASTORNO.
POR ELLO, MI CORAZÓN SE LLENÓ DE ALEGRÍA, Y RESONÓ MI LENGUA EN VOCES JUBILOSAS, Y MI CARNE REPOSARÁ EN LA ESPERANZA DE QUE NO DEJARÁS MI ALMA EN LOS INFIERNOS NI PERMITIRÁS QUE TU SANTO EXPERIMENTE LA CORRUPCIÓN DEL CUERPO.
ME HARÁS ENTRAR OTRA VEZ EN LAS SENDAS DE LA VIDA, Y ME COLMARÁS DE GOZO CON TU PRESENCIA”.
Hermanos míos, permitidme que os diga con toda libertad y sin el menor recelo ni reserva: El Patriarca David muerto fue y también fue sepultado, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el día de hoy, más como era Profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que uno de su descendencia se había de sentar sobre su trono, viendo con espíritu profético la resurrección de Cristo, dijo que ni fue detenido en el sepulcro, ni su carne padeció corrupción.
Éste Jesús es a quien Dios ha resucitado, y de esto todos nosotros somos testigos oculares, y os decimos que fue elevado al cielo en una nube luminosa, y está sentado a la derecha del Poder de Dios, y habiendo recibido de su Padre la promesa de enviar a los suyos el Santo Espíritu, hoy lo ha derramado sobre nosotros del modo que estáis viendo y oyendo, porque no es David el que subió al cielo, sino que él mismo dejó escrito:
“DIJO EL SEÑOR A MI SEÑOR: SIÉNTATE A MI DERECHA, MIENTRAS QUE A TUS ENEMIGOS LOS PONGO YO COMO TARIMA DE TUS PIES”.
Por lo tanto, persuadiros, con toda certeza, vosotros toda la casa de Israel, de que Dios por medio de Cristo ha constituido como Señor a este mismo Jesús al cual vosotros habéis crucificado.
La Primera Cosecha.
Oyendo todos estas palabras se compungieron en extremo en el corazón y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles:
- Entonces hermanos, ¿qué es lo que debemos hacer?
A lo que Pedro respondió:
- Haced penitencia, y sed bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús y Cristo para la indulgencia de vuestros pecados, y así podréis recibir el Don del Santo Espíritu, porque la promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos aquellos que están lejos, y que el Señor Dios nuestro llamase.
Otras muchísimas razones sumó, y los amonestaba, diciendo:
- Poneos a resguardo de esta forma de vivir que tiene esta generación perversa.
Aquellos pues, que abriendo auténticamente su corazón recibieron esta doctrina, fueron así “bautizados” en la Verdad, y se sumaron en aquel día a todos ellos alrededor de unos 1.300.
Primera congregación cristiana.
Y perseveraban todos los que les seguían en escuchar las instrucciones que los apóstoles daban, y en el hecho de la común unión entre ellos recordando a Jesús mediante la partición del pan y en la oración.
Todos estaban sobrecogidos por un interno respeto temeroso, porque eran muchos los prodigios y milagros que hacían los apóstoles por Voluntad del Santo Espíritu, en Jerusalén, con el resultado de que allí todos estaban completamente atemorizados y espantados de cómo los apóstoles habían adquirido una Fuerza y Poder semejante al de Jesús el Cristo.
Los profundamente creyentes vivían unidos entre sí, y nada tenían que no fuese de todos ellos.
Vendieron sus posesiones y demás bienes, y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno, sin olvidar de dar a los más necesitados y pobres.
Asistiendo igualmente cada día largos ratos al templo, unidos con en un mismo espíritu, y repartiendo el pan por las casas de aquellos que lo necesitaban, y tomaban el alimento con alegría y agradecimiento de corazón.
De esta forma con las buenas obras alababan a Dios, y el pueblo los amaba por ello.
Y el Señor aumentaba cada día el número de los que abrazaban el mismo modo de vida que Él había enseñado para salvarse.
Nuevo testimonio a favor de Cristo.
Subían un día Pedro y Juan al templo, a la oración de la hora nona, y había un hombre, cojo desde el mismo seno de su madre, a quien traían a cuestas, y lo ponían todos los días a la puerta del templo, llamada la Hermosa, para pedir una limosna a los que entraban en él.
Y éste viendo a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen una limosna, cuando en ese momento, fijando Juan el más joven de los 12, su mirada en este pobre, le dijo:
- Atiende hacia nosotros.
Él pobre lisiado los miraba de hito en hito esperando que le dieran algo, mas Pedro le dice:
- Ni plata ni oro tengo yo, mas te doy lo que tengo en el nombre de JesúsCristo el Nazareno. Levántate y camina.
Y, cogiéndole la mano derecha, lo levantó y al instante se le consolidaron las piernas y las plantas de los pies y dando un salto de gozo, se puso en pie y echó a andar, y entró con ellos en el templo andando por sí solo, y saltando daba gracias a Dios.
Todo el pueblo que lo conocía lo vio cómo iba andando y alabando a Dios, y como le conocían bien como el que estaba siempre sentado en la puerta Hermosa pidiendo limosna quedaron impresionados y fuera de sí con tal milagro.
Glorificación del nombre de Jesús.
Teniendo aún de la mano a Pedro y a Juan, todo el pueblo, asombrado, vino corriendo hacia ellos, al lugar llamado pórtico de Salomón, y viendo Pedro la atención que levantó, de habló así a la gente:
- ¡Oh hijos de Israel!, ¿por qué os maravilláis de esto y por qué nos miráis a nosotros, como si por virtud y potestad nuestra hubiésemos hecho andar a éste hombre?
No hemos sido nosotros sino la Suprema Voluntad del Dios de Abraham, que así mismo es el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, como el Dios de nuestros padres que ha glorificado con este Poder a Su Hijo Jesús, a quien vosotros habéis entregado y negado en el tribunal de Pilato, juzgando éste que debía ser puesto en libertad, mas vosotros renegasteis de aquel que era Santo y Justo, y pedisteis que os escuchara para liberar a quien en realidad era un homicida.
Vosotros disteis la muerte al autor de la Vida, pero Dios le ha resucitado de entre los muertos y nosotros dos somos testigos presenciales de su resurrección.
Sabed que Su Poder es el que, mediante la fe en su nombre y en sus obras, ha hecho consolidar los pies a éste que vosotros visteis y conocisteis lisiado, de modo que la fe que de Él proviene y en Él tenemos, es la que ha causado esta perfecta curación ante todos vosotros.
Ahora, hermanos, yo sé bien que vosotros hicisteis lo que hicisteis por ignorancia, y por obediencia ciega a la aparente ignorancia de vuestros jefes, no obstante haced penitencia y convertíos a través del buen corazón y las buenas obras, a fin de que vuestro pecado pueda ser borrado para cuando venga, por disposición del mismo Señor, los tiempos de consolación, y envíe de retorno al mismo JesúsCristo que os ha sido anunciado en estos tiempos.
Y todo esto que os digo, por cierto, que se mantendrá en el cielo hasta que los tiempos de la renovación de todas las cosas sucedan, así como antiguamente Dios habló por boca de sus auténticos profetas, porque Moisés dijo a nuestros antepasados:
EL SEÑOR DIOS VUESTRO LEVANTARÁ DE ENTRE VUESTROS HERMANOS UN PROFETA, COMO ME HA LEVANTADO A MÍ, AL QUE HABRÉIS DE OBEDECER EN TODO CUANTO OS DIGA.
EL SEÑOR DIOS VUESTRO LEVANTARÁ DE ENTRE VUESTROS HERMANOS UN PROFETA, COMO ME HA LEVANTADO A MÍ, AL QUE HABRÉIS DE OBEDECER EN TODO CUANTO OS DIGA.
DE LO CONTRARIO, CUALQUIERA QUE DESOBEDECIERA A AQUEL PROFETA SERÁ EXTERMINADO Y BORRADO DEL PUEBLO DE DIOS”.
Y además de Moisés, todos los profetas de Dios que desde Samuel en adelante han hablado, han vaticinado y anunciaron clarísimamente lo que hoy en nuestros días ha pasado y pasa.
Vosotros, ¡oh hijos de Israel!, sois hijos de los profetas y deberíais predisponeros para ser los herederos de la alianza que hizo Dios con nuestros padres, diciendo a Abraham:
“EN UNO DE TU GÉNESIS SERÁN BENDITAS TODAS LAS NACIONES DE LA TIERRA”.
“EN UNO DE TU GÉNESIS SERÁN BENDITAS TODAS LAS NACIONES DE LA TIERRA”.
Es pues, en primer lugar para vosotros, a quien ha enviado Dios a Su Hijo, y le ha enviado para llenaros de bendiciones, a fin de que cada uno se vosotros a través de Él os convirtierais de vuestras malas vidas.
Arresto de los dos.
En esto que mientras ellos dos estaban hablando al pueblo, sobrevinieron los sacerdotes con el Sumo sacerdote del templo y los saduceos, puesto que no soportaban que ellos dos enseñasen al pueblo, y predicasen lo mismo que Jesús predicó, y esto era la resurrección de los muertos.
Y se apoderaron de ellos, los metieron en la cárcel, pero en la negrura de su corazón sopesaron que era mejor no soliviantar al pueblo, puesto que lo de Jesús estaba muy vivo aún, y al día siguiente los dejaron libres.
Fueron tantos los que oyeron la predicación en el templo y creyeron, que su número era al menos de 5.000.
Libertad de expresión cristiana.
Al siguiente día se congregaron en Jerusalén, los Jefes magistrados, los ancianos y los escribas, e hicieron comparecer en medio de todos a los apóstoles, entonces les preguntaron:
- ¿Con qué autoridad, o en nombre de quién habéis hecho esa acción sanadora?
A lo cual Pedro, lleno del Santo Espíritu, les respondió:
- Príncipes del pueblo, y vosotros ancianos de Israel, escuchad bien.
Puesto que en este día se nos pide explicación del bien que hemos hecho a un hombre lisiado, y también se quiere saber por virtud de quién ha sido curado, os declaramos a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que la curación se ha cumplido en el nombre de nuestro Señor Jesús, el Cristo, Nazareno de origen, a quien vosotros crucificasteis y Dios ha resucitado.
Es en Virtud de tal nombre se presenta sano ese hombre a vuestros ojos.
Sabed que JesúsCristo es aquella “piedra” que vosotros desechasteis en la “edificación”, y la cual es la “piedra angular”.
Por lo tanto fuera de Él no hay que buscar la salvación de nadie, pues no ha sido dado a los hombres otro nombre debajo del cielo que nos cubre por el cual podamos optar a salvarnos.
Viendo ellos la firmeza de la palabra de Pedro y de Juan, constándoles
por otra parte que eran hombres sin estudios y del pueblo, estaban llenos de admiración, conociendo que eran de los que habían sido discípulos de Jesús, y por otro lado, al ver al hombre que había sido curado estar de parte de ellos dos y en pie ante todos, nada podían replicar contrariamente.
Los mandaron salir fuera de esta convocatoria y comenzaron a deliberar entre sí, diciéndose:
- ¿Qué haremos con estos dos?
El milagro hecho por ellos es notorio para todo el pueblo de Jerusalén.
Es tan evidente y claro que no podeos negarlo, más, con el fin de que no se divulgue y extienda más en el pueblo, advirtámosles de que de aquí en adelante no vuelvan a nombrar a JesúsCristo, ni hablen de él a nadie.
Entonces, les llamaron, los intentaron intimidar diciéndoles que en ningún caso volvieran hablar y enseñar en el nombre de Jesús.
Más Juan que se hallaba junto a Pedro, contestó:
- Juzgad pues vosotros si ante la presencia de Dios es justo el obedeceros a vosotros antes que a Dios, porque nosotros no podemos hacer menos que hablar de lo que hemos visto y oído.
Entonces ellos los amenazaron y los echaron, no pudiendo hallar la razón para castigarlos, y también por la reacción del pueblo que celebraba gozosamente esta gloriosa curación, en un hombre que ya pasaba de los 40 años de vida.
Pastores y Rebaños.
Puestos ya en libertad, regresaron a los suyos, y les contaron todo cuanto les había sucedido y cuanto les habían dicho los príncipes de los sacerdotes y los ancianos.
Ellos, al oírlo, tanto hombres como mujeres, levantaron unánimes una oración hacia Dios, diciendo:
- Señor, tú eres el que hiciste el Cielo y la Tierra, el mar y todo cuanto en ellos se contiene; tú eres el que hablando a través de la boca de David nuestro padre y siervo tuyo a la vez, dijiste:
“¿POR QUÉ SE HAN ALBOROTADO LAS NACIONES, Y LOS PUEBLOS HAN FORJADO PROYECTOS EN CONTRA, VANOS Y VACÍOS?
“¿POR QUÉ SE HAN ALBOROTADO LAS NACIONES, Y LOS PUEBLOS HAN FORJADO PROYECTOS EN CONTRA, VANOS Y VACÍOS?
SE ARMARON LOS REYES DE LA TIERRA, Y LOS PRÍNCIPES SE COLIGARON CONTRA EL SEÑOR Y CONTRA SU CRISTO”.
Porque verdaderamente se aliaron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato con los gentiles, las tribus de Israel y la casta sacerdotal, contra tu Santo Hijo y contra Jesús a quien ungiste para ejecutar lo que tu Poder y Providencia determinaron que se hiciese.
Ahora, pues, Señor nuestro mira sus vanas amenazas y concede a tus siervos el Poder de predicar con toda confianza tu Palabra Poderosa extendiendo tu Poderosa Mano para cumplir curaciones, prodigios y portentos divinos en el nombre de Jesús, tu Hijo Santo.
Acabada esta oración, ocurrió que templo todo el lugar en el que estaban reunidos, y los alrededores, y entonces se sintieron llenos del Santo Espíritu, y con una inusitada firmeza y solidez anunciaban la Palabra de Dios.
Un solo Corazón y una sola Alma.
Tal era la unión entre todos los creyentes que se puede decir que tenían un mismo corazón y representaban a una misma alma, y entre ellos no había ninguno que considerase como suyo algo, sino que todo lo que tenían pertenecía a todos.
Los Apóstoles con gran valor espiritual daban testimonio de la resurrección de JesúsCristo, Señor nuestro y en todos los fieles resplandecía la gracia abundantemente.
Así era que, entre ellos, no había persona necesitada pues todos los que disponían de cosas las cedían a todos los demás, y si era preciso, las trocaban para lograr lo que era necesario a todos, y las ofrecían con humildad a la Sabiduría de los 12 que lo distribuían con Sabio proceder para que todos tuvieran lo necesario y justo.
De esta manera José, a quien los Apóstoles pusieron el sobrenombre de Bernabé, que significa Hijo de Consolación, y que era de origen levita y natural de la isla de Chipre, vendió una heredad que tenía, y trayendo el precio, se unió a todos ellos compartiéndolo todo.
Y otro hombre, llamado Ananías, con su mujer Safira, trocó también un campo, más ella le persuadió de que retuviera parte de su precio, y entonces trajo el resto, poniéndolo a disposición de todos.
Más Pedro le dijo:
- Ananías, ¿cómo ha sido que ha tentado Satanás tu corazón, para que mintieses al Santo Espíritu que nos une, reteniendo parte del valor de ese campo?
¿Hubo alguien entre nosotros que te impedía el haberlo conservado? ¿No estaba todo su valor a tu disposición?
Entonces, ¿cómo es que has urdido en tu corazón esta trampa contra ti mismo?
Debes saber que no mentiste a los hombres, sino a Dios mismo.
Al oír esto Ananías, cayó en tierra y expiró, y todos lo que vieron tal suceso quedaron grandemente atemorizados.
Al cabo de una hora, se acercaron unos mozos, le sacaron y lo llevaron a enterrar.
Al cabo de tres horas, su mujer, que ignoraba cuanto había ocurrido entró, y pedro le dijo:
- Mujer dime, ¿es cierto que vendisteis el campo por este valor?
Y ella respondió:
- Sí, por este valor lo vendimos.
Entonces, Pedro le dijo:
- ¿Con que fin os habéis puesto de acuerdo para tentar al Santo Espíritu del Señor que nos une a todos?
Mira mujer, aquí en la puerta están los que enterraron a tu marido, y también te llevarán a ti.
Al momento cayó al suelo y expiró.
Luego entraron los mozos, y hallándola muerta, la sacaron y la enterraron al lado de su marido.
Lo cual causó gran temor en todos lo que lo vieron, así como en todos que después lo oyeron.
Utilidad o Perjuicio.
Entre tanto los Apóstoles hacían muchos prodigios y milagros entre el pueblo, y todos los fieles estaban unidos en un mismo Espíritu y se juntaban en el pórtico de Salomón.
Mas todos los restantes no se atrevían a hermanarse con ellos, sin embargo el pueblo hacía grandes elogios de todo lo que realizaban, y esto contribuía a que más y más el número de los que creían en el Señor aumentara, tanto hombres como mujeres.
Tanta crecía la creencia en el Señor que las gentes sacaban a las puertas de las casas a los enfermos, poniéndolos en camastros, para que, si pasaba Pedro, Juan o alguno de los 12, la “sombra” de ellos tocase al menos a alguno de ellos y quedaran libres de sus dolencias.
Y eran muchísimas las personas que acudían a Jerusalén de todas las ciudades y aldeas vecinas, trayendo a sus enfermos y endemoniados, los cuales eran sanados todos por el Poder del Señor, a través de sus siervos.
Los perseguidores de la Verdad del Señor.
Y eran tantos los prodigios, los milagros y el crecimiento de la fe en Cristo y su Ungido Jesús que el Sumo Sacerdote jefe de los sacerdotes del tempo y los de su partido, que eran Saduceos, que se mostraron llenos de celo, y envidia ante esto.
Por ello pendieron a los Apóstoles y los metieron en la cárcel pública donde había otros dentro ya.
Siendo de noche, he aquí que un *--Ángel Mensajero todo luz a su alrededor, durmió a los soldados que los custodiaban, les abrió la puerta de la celda y sacándolos fuera, les dijo:
Ellos, oído esto de la boca de los Mensajeros de Dios venidos del cielo, fueron hacia el templo, y el alba ya despuntaba por el horizonte y se pusieron a enseñar la Ciencia de la Vida que les dijo el Ángel.
Mientras tanto vino el Sumo Pontífice con los de su estirpe y convocaron el concilio y a todos los ancianos del pueblo de Israel, y mandaron a que trajeran a los Apóstoles que habían sido apresados y metidos en la cárcel.
Llegados los ministros y abriendo las celdas, al no hallarlos en su interior, volvieron con la noticia al concilio, diciendo:
- La cárcel la hemos hallado muy bien cerrada y a los soldados ante ella vigilándola bien, más habiéndolas abierto, no hallamos a ninguno dentro.
Oídas estas noticias, tanto el Sumo Pontífice del templo como los príncipes de los sacerdotes no podían dar crédito ni atinar a explicar qué se había hecho de ellos.
En esto que llegó uno de sus espías y les informó:
- Sabed que aquellos que metisteis en la cárcel están en el templo enseñando al pueblo, como hacen siempre.
Fue enviado entonces el jefe de la guardia con algunos lacayos y les pidió sin violencia alguna que fueran con él, porque temía la reacción del pueblo.
Los Apóstoles que se hallaban en el templo, accedieron a su demanda y fueron con ellos hasta el concilio y el Sumo Pontífice los interrogó, diciendo:
- Nosotros os hemos prohibido con mandato formal que enseñéis en el nombre de JesúsCristo, y en lugar de obedecer habéis llenado Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis hacernos a nosotros responsables de la muerte de ese hombre.
A lo cual los Apóstoles respondieron:
- Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.
Ya os hemos confirmado que el Dios de nuestros antepasados ha resucitado a Jesús, a quien vosotros asesinasteis clavándolo en un madero.
A éste glorificó Dios con su propia mano y lo nombró Príncipe y Salvador, para dar a Israel la oportunidad del arrepentimiento y la remisión de sus muchos pecados.
Nosotros somos testigos de estas verdades, y lo es igualmente el Santo Espíritu que Dios ha dado a todos los que le obedecen.
Y en oyendo estas razones, se irritaron sobremanera todos sus enemigos y enfurecidos intentaron matarlos, cuando en ese instante se levantó en el concilio un fariseo de nombre Gamaliel, que era Doctor en la Sagrada Ley, siendo un hombre respetado por todo el pueblo y ordenó que los Apóstoles que allí estaban salieran un momento fuera del concilio.
Una vez que hubieron salido, Gamaliel dijo al concilio:
- ¡Oh Israelitas!, escuchad y atended a ponderar bien lo que vais a hacer con esos hombres.
Recordad que hace poco surgió un tal Teodas, que se tenía por persona de mucha importancia, al cual se asociaron cerca de 400 hombres; él fue muerto y todos los que le creían se dispersaron y redujeron a nada.
Después de éste alzó su bandera Judas Galileo en tiempo del empadronamiento, y arrastró tras de sí al pueblo; éste pereció del mismo modo y todos sus secuaces quedaron dispersados.
Por ello, os aconsejo que no os metáis con esos hombres, y que los dejéis manchar en libertad, porque si el designio es obra de hombre, éste mismo se desvanecerá, más si es cosa de Dios no podréis destruirla, y os expondríais a ir contra la Voluntad misma de Dios.
Entonces todos se adhirieron a este parecer, y llamando a los Apóstoles, mandaron azotarlos severamente, los intimidaron nuevamente para que no hablasen más ni una sola palabra en el nombre de Jesús, y después los soltaron.
Los Apóstoles doloridos se retiraron de la presencia del concilio con un inmenso gozo interior porque habían sido hallados dignos de sufrir aquel ultraje en el nombre de Jesús.
Más gracias a la Fuerza y Potencia concedida por el Señor a través del Santo Espíritu, no cesaban de anunciar y de predicar la Ciencia de la Vida y la buena nueva de Jesús el Cristo, tanto en el templo como por allí donde ellos fueran.
Más comenzó desde entonces una fiera persecución contra los
Apóstoles y discípulos de Jesús, en las cuales algunos perecieron a pesar de los muchos prodigios que realizaban y en la Sabiduría que en ellos se albergaba.
Entre los perseguidores hallábase uno que especialmente era activo en su tarea, agradable a los príncipes de los sacerdotes y a los sacerdotes mismos, su nombre era Saulo, y gozaba de prestigio por esto ante el Sumo Sacerdote y los ancianos.
Un día Saulo, que no hacía más que preparar amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió permiso para ir a Damasco a apresar más seguidores de Jesús que andaban predicando por allí en las sinagogas, y traerlos presos a Jerusalén.
Saulo no hacía distinción entre hombres y mujeres, y su pretensión siempre era el arrestar a todos aquellos seguidores y practicantes del modo de Vida de lo que ellos llamaron, la Escuela de Jesús.
Habiendo obtenido pues, el permiso para ir a Damasco con esta empresa, ya se acercaba a la ciudad, cuando de repente una luz potente bajó del cielo y cortó su camino, ante tal luz bajada de los cielos, él cayó de su caballo al suelo, y entonces oyó una potente voz que habló dentro de sus oídos y que le dijo:
- “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Él, ante el asombro de todo el sequito de soldados que le acompañaban, respondió agitado y temeroso:
- ¡¿Quién eres tú, Señor?!
Mientras, todos los soldados no entendían a quién se estaba dirigiendo, a pesar de que la luz enorme que se había presentado, allí permanecía en el cielo, más ellos no oían nada a lo que responder.
El Señor, hablando a sus oídos solamente, le respondió:
- Yo soy Jesús, a quien tú persigues y te digo que es muy duro para ti lo que estás haciendo, puesto que es como si dieras puñetazos contra un aguijón, ¿entiendes?
Saulo, ante todos sus soldados, cayó en un profundo temblor, y despavorido y lleno de un intenso miedo contestó:
- Señor, heme aquí ante ti, derrotado por tu visión, ¿qué es lo que me pides que haga yo?
Y el Señor le respondió con voz sorda para todos los demás:
- Levántate y entra a la ciudad a donde te dirigías, y allí se te dirá lo que deberás hacer.
Y entre los hombres que iban con él a Damasco, hubo algunos que sí, escucharon esa profunda y poderosa voz, más no vieron figura alguna de donde saliera. Tan solo la luz en el cielo.
Saulo se levantó, y al alzar su cabeza para mirar, sus ojos aunque estaban abiertos, no podían ver nada, por lo que tuvo que ser llevado hasta Damasco.
Tan profunda fue la impresión sufrida por él que estuvo, dentro de Damasco, tres días sin probar alimento alguno, y sin ver nada.
Y se encontraba en aquellos días igualmente en Damasco un tal Ananías, el cual era discípulo de Jesús.
Ananías, fue privilegiado con una visión del Señor que apareciéndosele le dijo:
- ¡Ananías!
Y éste reconociéndolo le dijo:
- Señor, aquí me tienes. ¿Qué es lo que me pides?
- Alzate, - le dijo el Señor -, y ve a la calle que tiene por nombre “Recta” y busca en casa de un hombre llamado Judas a otro hombre de Tarso que se llama Saulo, y que se encuentra sumiso en una profunda oración.
Ananías que reconoció el nombre, respondió con humildad:
- Señor mío, he oído decir a muchos que éste hombre ha hecho grandes daños a tus santos en Jerusalén, y si está aquí seguro que tiene los permisos de los príncipes de los sacerdotes para prender a todos lo que invocamos tu nombre.
Y el Señor le dijo:
- Ve a su encuentro, porque éste mismo del que tú hablas, ha sido elegido como “recipiente”, y ha sido escogido por mí para llevar mi nombre y anunciarlo ante todas las naciones, ante los reyes y ante los hijos de Israel.
Tú serás su acompañante, y yo te haré ver cuántos sufrimientos tendrá que padecer por mi nombre.
Marchó entonces Ananías, y mientras él había visto al Señor, Saulo tuvo una visión en la que entraba un discípulo del Señor y poniéndole las manos le hacía recobrar la vista.
Al rato, llegó Ananías y entro en la casa que el Señor le había dictado, y saludándolo le puso las manos, y le dijo:
- Saulo, hermano mío, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino que traías, me ha enviado para que a través de mi conozcas Su Poder y recobres la vista.
En ese mismo momento cayeron como unas escamas que le impedían ver, y recobró la vista, y por Voluntad del Señor el Santo Espíritu lo llenó.
Saulo, levantándose de donde se hallaba tendido y rendido, quiso ser bautizado.
Después se alimentó y recobró las fuerzas que había perdido en ese inesperado encuentro.
Más tarde se reunió con los discípulos que habitaban en Damasco, contándoles cómo y por qué el Señor había realizado este milagro con él.
Y ante la mirada maravillada de todos comenzó a predicar en las sinagogas sobre Jesús, con una Sabiduría y Poder tan fuertes que todos quedaban maravillados y felices de escuchar de boca de “nuevo” Saulo que, Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios.
Tan pasmados estaban todos, que se preguntaban:
- ¿Acaso, no es este el mismo que con extraordinario furor perseguía en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y que vino de allí precisamente para conducirlos presos y llevarlos en presencia de los príncipes de los sacerdotes?
Más Saulo, a pesar de conocer y oír todo esto que decían sobre él, cobraba cada día que pasaba más fuerza, vigor y esfuerzo, lo cual confundía enormemente a los judíos que habitaban en Damasco, demostrándoles con las buenas obras y con las sabias palabras que Jesús era el Cristo.
Tal era el testimonio de Saulo que, después de mucho tiempo, los judíos se conjuraron entre ellos para quitarle la vida.
Más Saulo, fue advertido por los Ángeles del Señor, de estas acechanzas contra él, y por ellos conoció lo que tramaban, sabiendo en qué lugar habían colocado centinelas y espías para prenderlo, ya fuera de noche que de día.
Por ello, y ayudado por los discípulos escapó de su mano, descolgándose por uno de los muros en la noche.
De esta manera siguió con su misión, llegando a Jerusalén, y estando allí buscó unirse a los discípulos que allí predicaban con el ejemplo, mas todos tenían miedo de que se tratara de una trampa de aquel que tanto los persiguió y mató, no creyendo lo que se decía de él y que se había convertido en un discípulo del Señor.
Entonces, Bernabé, uno de los discípulos, lo tomó consigo y lo llevó en presencia de los Apóstoles, y les contó entonces todo lo que le ocurrió y cómo el Señor se le había aparecido en el camino a Damasco, así como la gran luz que descendió del cielo y las palabras que oyó del Señor.
Igualmente, les contó el cambio que su espíritu había sufrido y con la firmeza y determinación con la que había procedido en Damasco, que ayudado por Ananías, había predicado con toda libertad en el nombre de Jesús.
Después de esto, andaba y convivía con ellos en Jerusalén, y predicaba con gran ánimo y libertad en el nombre del Señor.
Tal era su cambio que conversaba y discutía con los helenistas y estos quedaban tan confundidos ante sus palabras de corrección, que buscaban también forma de matarlo.
Tal era el acecho que ayudado por los discípulos, le condujeron a Cesarea y de allí a Tarso, su lugar de procedencia.
Consolidación del modo de Vida.
Tal era la virtud de esta nueva secta surgida sobre el pilar del Mensaje Crístico, y sobre las Divinas Obras de su Estandarte Jesús, que dicha comunidad gozaba de una paz y un equilibrio que se extendía por toda la Judea, Galilea y Samaria, y se consolidaba gracias a las obras plenas del temor al Poder del Señor y plenas del consuelo del Santo Espíritu.
Por aquellos días ocurrió que, visitando Pedro a todos los discípulos, llegó hasta Lidda, y he aquí que allí halló a un hombre llamado Eneas, que hacía ya 8 años que se encontraba postrado en cama, por haberse quedado inmóvil.
Pedro, acercándose le dijo:
- Eneas, escúchame.
El Señor Jesús el Cristo, te cura. Levántate pues y hazte tú mismo la cama.
Y al momento se levantó.
Todos los habitantes de Lidda y de la vecina Sarona habiéndose enterado de este milagro acudieron a verlo, y muchos fueron los que se convirtieron.
También había en Joppe, una mujer que formaba parte de los discípulos, su nombre era Tabita que, traducido, significa igual que Gacela o Dorca.
Esta mujer gozaba de un enorme “tesoro” de obras buenas y de limosnas o asistencias que hacía a los necesitados, más sucedió que por aquellos días cayó muy enferma, y murió.
Las mujeres que formaban parte de todos el grupo de los así llamados discípulos, lavaron el cadáver y lo ungieron, y pusieron su cuerpo presente en un aposento alto.
Como Lidda está cerca de Joppe, oyendo los discípulos que Pedro se hallaba allí, le enviaron dos mensajeros, suplicándole que sin pérdida de tiempo se pasase a verlos.
Pedro se puso de camino con ellos, y habiendo llegado le condujeron al aposento alto, y se halló rodeado de todas las viudas que allí estaban llorando y le mostraron las túnicas y los vestidos que Gacela les hacía.
Pedro entonces, hizo salir a toda la gente de la habitación, después se puso de rodillas y se puso en intensa oración, cuando en un momento se volvió hacia el cadáver y dijo:
- Tabita, levántate.
En ese mismo momento ella abrió los ojos y viendo a Pedro, se incorporó, el cual dándole la mano la puso en pie.
Hablaron un momento de todo lo referente a ellos dos y a cómo había sucedido el retorno de Tabita, junto a todo lo que ella le narró.
Después llamo a todos los que allí se habían reunido, y a las plañideras y viva se la entregó.
Esto fue muy importante en toda la ciudad de Joppe, y por este motivo muchos más creyeron en el Señor.
Por este motivo Pedro se detuvo durante mucho tiempo en Joppe, porque observaba que las gentes querían conocer más el sistema del cielo y la Palabra del Señor.
Y fue hospedado en casa de uno llamado Simón el curtidor.
Conversión de algunos paganos.
Ocurrió en Cesarea.
Allí había un varón llamado Cornelio, el cual era centurión de una cuadrilla llamada Itálica.
Éste, era hombre religioso y temeroso de Dios junto a toda su familia, y a pesar de su condición era pródigo en dar limosnas y asistencias al pueblo, y hacía continua oración a Dios.
Este contó que, un día sobre la hora de nona, vio claramente a un Ángel del Señor, todo rodeado de luz, entrar en su habitación y decirle:
- Cornelio.
Él sobrecogido por lo que estaba viendo y oyendo, le dijo:
- ¿Qué es lo que desea de mí el Señor?
Y el Mensajero del Señor le respondió:
- Tus oraciones y tus obras han llegado hasta lo más alto por tu gran respeto y acatamiento de la Ley de Dios, y todo esto ha hecho memoria de ti.
Por ello, envía a alguno a Joppe en busca de un hombre llamado Simón, y que tiene por sobrenombre Pedro, el cual está hospedado en casa de un curtidor igualmente llamado Simón, cuya casa se encuentra cercana a la mar.
Y cuando éste llegue a tu presencia te dirá lo que te es conveniente hacer.
Luego, el Ángel que le hablaba desapareció ante su vista, y entonces Cornelio llamó a dos de sus criados y aun soldado de confianza de los que estaban bajo sus órdenes que también temía a Dios, a los que después de habérselo contado todo, los envió a Joppe en busca de Simón Pedro.
Recompensa de la Gracia Divina.
Al día siguiente, mientras los enviados estaban de camino y ya se acercaban a la ciudad, subió Pedro a un lugar alto cerca de la casa a hacer oración tal y como el Maestro Jesús le había enseñado, mirando hacia el Sol.
En ese momento se sintió desfallecer y rogó a los que allí estaban que le preparasen algo de comer.
Más mientras se lo preparaban le sobrevino un arrebatamiento divino y en éste arrebatamiento divino vio como el cielo se abrió y bajó de esta puerta “cierta cosa” que se parecía a un enorme mantel, que flotaba de sus cuatro puntas y bajaba desde el cielo a la tierra.
Una vez esta “cierta cosa” parecida a un enorme “mantel” se detuvo frente a él observó que sobre él había unos seres que tenían apariencia en sus rostros a cuadrúpedos, reptiles y aves del cielo.
Entonces oyó una voz que le decía:
- Pedro, levántate, no es malo que mates para comer.
Pedro, duro en sus creencias respondió:
- No haré tal cosa, Señor, pues jamás he matado y comido cosa profana e inmunda.
Y la misma voz le replicó:
- Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú profano.
Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú profano.
Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú profano.
Tres veces oyó decir a la voz esto, después el “enorme mantel” subió hacia lo alto de los cielos hasta esconderse tras la puerta que se abrió.
Y Pedro estuvo durante largo tiempo meditando qué es lo que significaría el arrebatamiento divino que acababa de tener.
Entretanto llegaron los enviados de Cornelio a casa del curtidor Simón, y llamaron a la puerta, y una vez les abrieron preguntaron si allí se hospedaba Simón, llamado por sobrenombre Pedro.
Y mientras éste aún estaba discurriendo en lo que significaría lo que le sucedió, el Santo Espíritu le comunicó:
- Pedro, mira que han llegado tres hombres que te buscan.
Levántate pues, baja y ve con ellos sin miedo alguno, porque yo soy quien los ha enviado.
Antes incluso de que lo llamasen, Pedro bajó y fue al encuentro de los mensajeros de Cornelio, y viéndolos les dijo:
- Eh vosotros, vedme, yo soy a quien buscáis. ¿Cuál es el motivo de vuestro viaje?
Ellos entonces le contestaron:
- Hemos sido enviados por el centurión Cornelio, varón justo y temeroso de Dios, estimado y tenido por tal por todo el pueblo de los judíos. Él recibió la visita de un Santo Ángel y le avisó para que te enviara a llamar para que fueras a su casa, y escuchase lo que tú le digas.
Pedro entonces, y con el permiso de Simón el curtidor, los invitó a entrar, y los hospedó consigo.
Mientras, hablaban de todo el transcurso de su viaje.
El que busca, encuentra.
Al día siguiente partió con ellos, acompañándoles también otros de los discípulos de Joppe.
Un día tardaron en llegar a Cesarea.
Cornelio por su parte, había convocado a sus parientes y amigos más íntimos, y con ellos ya lo estaba esperando.
Llegando cerca Pedro de su casa, le salió a recibir Cornelio y, postrándose a sus pies, quiso adorarle, más Pedro con rapidez lo levantó y le dijo:
- Levanta, pues yo no soy más que un hombre como lo eres tú.
Y conversando con él, entró en la casa, donde halló reunidas muchas personas. Entonces les dijo:
- Sé que no ignoráis qué cosa tan abominable es para un judío el trabar amistad con un extranjero, más Dios me ha enseñado en Su Infinita Sabiduría a no temer de ningún hombre aunque éste esté impuro o manchado, por lo que he venido sin dificultad alguna y abiertamente después de haber sido reclamado por Cornelio. Ahora bien:
¿Cuál es el motivo por el que me habéis llamado?
¿Cuál es el motivo por el que me habéis llamado?
A lo que Cornelio respondió:
- Cuatro días hace hoy que yo estaba orando en mi casa a la hora nona, cuando de repente apareció ante mí un ser con una indumentaria tan blanca y luminosa que me sobresaltó, y luego me dijo:
No temas. Tus oraciones y tus obras han llegado hasta lo más alto por tu gran respeto y acatamiento de la Ley de Dios, y todo esto ha hecho memoria de ti.
Por ello, envía a alguno a Joppe en busca de un hombre llamado Simón, y que tiene por sobrenombre Pedro, el cual está hospedado en casa de un curtidor igualmente llamado Simón, cuya casa se encuentra cercana a la mar.
Y cuando éste llegue a tu presencia te dirá lo que te es conveniente hacer.
Por ello es que envié por ti, y tú me has hecho la gracia de venir.
Por ello, estamos todos aquí en tu presencia, para escuchar cuanto el Señor te haya mandado decirnos.
Entonces, Pedro, comenzando a hablar les habló de esta forma:
- Verdaderamente he comprendido que Dios no excluye a ninguna persona, sino que en cualquier nación, aquel que le respeta y obra bien, merece su agrado.
Y esto que os digo, lo ha hecho entender Dios a los hijos de Israel, anunciándoles la paz a través de Jesús, el Cristo.
Vosotros sabéis bien lo que ha realizado en toda la Judea, habiendo comenzado en Galilea, después que Juan el que bautizaba, lo bautizara y diera testimonio de Él y la manera con que Dios ungió con el Santo Espíritu y su Virtud a Jesús de Nazaret, el cual ha ido haciendo prodigios y beneficios espirituales por todas partes por donde ha pasado, y ha curado a todos los que estaban bajo la opresión del demonio, porque Dios estaba con Él.
Yo, y todos los que le conocimos somos testigos de todas estas cosas que Él hizo por la Voluntad del Santo Espíritu en el país de Judea y en Jerusalén, en donde le quitaron la vida, crucificándole en una cruz.
Más Dios lo resucito al día tercero y dispuso que se dejase ver, mas no de todo el pueblo, sino de aquellos que estaban predestinados por Dios para ser testigos de ello, y fuimos nosotros que hemos comido y bebido con Él, incluso después de haber sido resucitado de entre los muertos.
Luego Él nos mandó que predicásemos y testificáramos al pueblo que Él es el que ha sido nombrado por Dios, Juez de Vivos y de Muertos.
De Él testifican los mismos profetas y dicen:
TODO AQUEL QUE CREA EN ÉL, RECIBE EN VIRTUD DE SU NOMBRE LA REMISIÓN DE LOS PECADOS”.
TODO AQUEL QUE CREA EN ÉL, RECIBE EN VIRTUD DE SU NOMBRE LA REMISIÓN DE LOS PECADOS”.
Estando aún Pedro diciendo estas palabras, he aquí que el Santo Espíritu descendió como lenguas llameantes sobre todos los que estaban oyendo a Pedro, y todos los fieles judíos circuncidados que habían venido a ver a Pedro, quedaron impresionados al ver que la gracia del Santo Espíritu se posaba también en forma luminosa sobre los gentiles, aún no estando ellos circuncidados.
Entonces les oyeron hablar en lenguas distintas y comenzaron a extender por todas partes las Grandezas de Dios.
Y algunos pidieron querer ser bautizados, como Juan el bautizador lo hizo.
Antes Pedro les dijo:
- ¿Quién puede negar el agua del bautismo a los que, como vosotros, habéis recibido ya el Bautismo de Fuego del Santo Espíritu?
Y fueron bautizados. Después Pedro se quedó durante unos días porque ellos se lo demandaron.
Haced más sitio.
Los Apóstoles y discípulos, así como los que estaban hermanados con ellos en la misma creencia, que estaban en la Judea, se enteraron de que también algunos gentiles habían recibido la Palabra de Dios en sus corazones, y cuando regreso Pedro a Jerusalén, le preguntaron así:
- ¿Cómo has entrado en casa de personas incircuncisas y has comido con ellas?
Pedro, entonces les narró cómo había ocurrido todo, diciéndoles:
- Yo me encontraba en la ciudad de Joppe en intensa oración, cuando gracias a un arrebatamiento divino vi abrirse el cielo y una “extraña cosa” que iba descendiendo y se parecía a un enorme tapete o mantel que de forma plana se descolgaba desde el cielo desde sus cuatro puntas hasta llegar a tierra, junto a mí.
- Yo me encontraba en la ciudad de Joppe en intensa oración, cuando gracias a un arrebatamiento divino vi abrirse el cielo y una “extraña cosa” que iba descendiendo y se parecía a un enorme tapete o mantel que de forma plana se descolgaba desde el cielo desde sus cuatro puntas hasta llegar a tierra, junto a mí.
Al mismo tiempo oí una voz que me decía:
- Pedro, levántate, no es malo que mates para comer.
Más yo le respondí:
- No haré tal cosa, Señor, pues jamás he matado y comido cosa profana e inmunda.
Y la misma voz me dijo:
- Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú profano.
Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú profano.
Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú profano.
Tres veces fueron las que lo escuché, y después todo aquel enorme mantel sobre el que había unos con apariencia de cuadrúpedos, reptiles o aves, ascendió y fue recibido por los cielos que se habían abierto, como una enorme puerta.
En aquel mismo momento que a mí me sucedió esto, tres hombres llegaron a la casa en donde yo me hospedaba, desde Cesarea.
Más antes de verlos yo, el Santo Espíritu me dijo que fuese con ellos sin temor y escrúpulo alguno.
Me acompañaron en el viaje estos 6 hermanos y entramos en casa de aquel hombre que me envió a buscar, llamado Cornelio que es centurión, el cual nos contó cómo había visto en su habitación mientras oraba aparecérsele un Ángel luminoso, que le dijo:
- No temas. Tus oraciones y tus obras han llegado hasta lo más alto por tu gran respeto y acatamiento de la Ley de Dios, y todo esto ha hecho memoria de ti.
Por ello, envía a alguno a Joppe en busca de un hombre llamado Simón, y que tiene por sobrenombre Pedro, el cual está hospedado en casa de un curtidor igualmente llamado Simón, cuya casa se encuentra cercana a la mar.
Y cuando éste llegue a tu presencia te dirá lo que te es conveniente hacer para tu salvación.
Una vez que estuve ya con ellos, y estando hablando de nuestro Maestro, descendió sobre ellos, como al principio los hizo con nosotros, el Santo Espíritu como lenguas llameantes, y entonces me acordé de lo que dijo el Señor:
- “JUAN EN VERDAD HA BAUTIZADO CON AGUA, MÁS VOSOTROS SERÉIS BAUTIZADOS POR EL FUEGO DEL SANTO ESPÍRITU”.
Entonces, si Dios les dio a ellos la misma gracia, y de la misma manera que a nosotros, que hemos creído y seguido a nuestros Maestro y Señor, Jesús el Cristo, ¿quién era yo para oponerme a la Voluntad misma de Dios?
Oyendo hablar así a Pedro, entendieron el valor de la humildad antes la Voluntad de Dios, diciendo:
- Entonces también a los gentiles que han hecho veraz penitencia les ha concedido Dios lograr la Vida.